A través del lenguaje del silencio, invito a cada espectador a sumergirse en su propio mundo interior, a adentrarse en esos laberintos silenciosos que todos llevamos dentro. Porque en ese silencio, en esa ausencia de palabras, es donde verdaderamente podemos encontrarnos a nosotros mismos. Y quizás, en el camino, también descubramos la belleza oculta en los paisajes más inhóspitos o los rostros más dramáticos.
NACHO PUERTO
“El lenguaje del silencio” se nos presenta como un código que solo puede ser descifrado a través de pinceladas y colores. Lo podemos percibir en la desolación de los rostros o en los paisajes fantásticos. Nos transporta a un mundo paralelo romántico donde el espectador puede construir su propia narrativa. Habita en el bosque o en un rostro, y ese lugar en el que el silencio se vuelve tangible, se convierte en mi fuente de inspiración. Sus árboles oscuros y las cicatrices del tiempo me envuelven y susurran secretos que solo se pueden escuchar con el corazón. La pintura desvela entonces la magia y el misterio que se ocultan entre sus ramas y arrugas. Y en medio de esa oscuridad, como un faro en la noche, se encuentra una inquietante cabaña iluminada. Es un lugar solitario, pero también acogedor. Representa la esperanza, la calidez y la protección que buscamos en medio de la incertidumbre. Es un refugio en el que perdernos y encontrarnos a nosotros mismos.
A través del lenguaje del silencio, invito a cada espectador a sumergirse en su propio mundo interior, a adentrarse en esos laberintos silenciosos que todos llevamos dentro. Porque en ese silencio, en esa ausencia de palabras, es donde verdaderamente podemos encontrarnos a nosotros mismos. Y quizás, en el camino, también descubramos la belleza oculta en los paisajes más inhóspitos o los rostros más dramáticos.
NACHO PUERTO